Imagínate esto: entras en un concurrido recinto de un festival, la música sale disparada de los altavoces, la gente grita entre sí, y tú… simplemente aprietas un botón imaginario de «apagado" en tu cabeza. De repente todo está en silencio. No más golpes, no más gritos, sólo paz y tranquilidad. Suena a ciencia ficción, ¿verdad? Pero en el mundo animal, no es una idea tan descabellada. Algunos animales, como las suricatas, tienen un truco fascinante: pueden cerrar temporalmente las orejas. Y eso no es sólo práctico: puede ser vital.
En este blog, nos sumergimos en la pregunta: ¿y si los humanos pudiéramos hacer lo mismo? ¿Cómo funciona eso en los animales? ¿Qué significaría para nosotros? ¿Y por qué nuestros oídos nunca tuvieron una «función tapón" tan inteligente en primer lugar?
¿Cómo lo hacen realmente las suricatas?
Empecemos por el principio: el suricato. Estos animales diminutos e hiperalertas viven en colonias en los desiertos del sur de África. Sus días consisten en gran parte en excavar, hozar y vigilar: siempre al acecho de insectos y siempre alerta ante los depredadores. Y es precisamente durante esta excavación cuando les resulta útil su truco especial del oído.
Las suricatas pueden cerrar temporalmente los canales auditivos apretando un pequeño músculo alrededor de la abertura de la oreja. Esto impide que entre arena y polvo cuando están cavando fanáticamente. En cuanto terminan de cavar, relajan de nuevo el músculo y pueden volver a escuchar inmediatamente todo lo que les rodea. Es una adaptación supersencilla pero enormemente eficaz.
Lógica evolutiva: por qué no podemos
Si las suricatas pueden hacerlo, ¿por qué nosotros no? Hay varias explicaciones evolutivas para ello. Por ejemplo, los humanos no hemos sentido la necesidad de proteger nuestro conducto auditivo de las tormentas de arena o tierra porque nuestras manos hacen ese trabajo por nosotros. Además, tenemos un conducto auditivo relativamente largo y curvado que ya nos proporciona cierta protección.
Nuestra estrategia de supervivencia también es diferente: dependemos en gran medida de una vigilancia auditiva constante. Los sonidos nos advierten del peligro, nos ayudan a comunicarnos y nos aseguran que comprendemos el mundo que nos rodea. Un canal auditivo «desconectable" podría complicar todo esto. Sin embargo, existen en nosotros algunos mecanismos sutiles que se asemejan en cierto modo a ese principio.
La gente también puede hacerlo (un poco)
Aunque no podemos cerrar conscientemente el conducto auditivo como hace una suricata, nuestro cuerpo tiene algunas formas incorporadas de proteger o amortiguar nuestra audición. Por ejemplo, tenemos el reflejo estapedio: un reflejo en el que un pequeño músculo del oído medio se contrae cuando se oyen ruidos fuertes repentinos. Esto amortigua ligeramente la transmisión de las vibraciones sonoras para que nuestros sensibles oídos internos no sufran daños inmediatos.
Además, algunas personas -una pequeña minoría- pueden tensar conscientemente el músculo tensor del tímpano. Esto produce una especie de sensación de embotamiento en el oído y reduce temporalmente el nivel sonoro. No es lo mismo que taponarse los oídos, pero demuestra que nuestra audición no es totalmente «pasiva".
¿Qué cómodo sería si pudiéramos?
Fantaseemos un momento. Supongamos que, como las suricatas, pudiéramos cerrar nuestros conductos auditivos cuando quisiéramos. ¿Qué significaría eso en la vida cotidiana? Más de lo que imaginas.
1. Festivales y conciertos
Se acabó el pánico a sufrir daños auditivos o acúfenos después. ¿Estás cerca de los altavoces? Pulsa: modo de audición al 50%. ¿Quieres hablar con alguien durante una actuación? Clic: oídos abiertos de nuevo.
2. Lugares de trabajo ocupados
¿Trabajas en una obra ruidosa o en una fábrica? Se acabaron los tapones y las orejeras. Basta con que cierres los oídos en cuanto el nivel de ruido sea demasiado alto, y los vuelvas a abrir en cuanto alguien te hable.
3. Sueño y concentración
Las noches en vela por el ruido de la calle o los ronquidos de tus compañeros serían cosa del pasado. También podrías silenciar literalmente los ruidos no deseados mientras estudias o trabajas.
4. Viajar y volar
Una de las cosas más molestas de volar es la presión en los oídos. Si pudiéramos cerrar temporalmente (o simplemente abrir) el conducto auditivo, podríamos regular mejor esa presión. Y piensa en los viajes en tren o en los aeropuertos concurridos: silencio con un solo clic.
El inconveniente de las «orejas conmutables
Todo esto suena muy bien, pero tiene sus inconvenientes. Imagínate taparte los oídos durante un concierto y, por tanto, no oír la alarma de incendios. O perderte una ambulancia que se acerca en medio del tráfico. Al fin y al cabo, nuestra audición no es sólo una función de comodidad: es una parte crucial de nuestra seguridad.
Además, el sonido desempeña un papel fundamental en nuestra interacción social. Mantener una conversación, oír las emociones en una voz, disfrutar de la música o simplemente saber que alguien te llama por tu nombre, todo depende de tu audición. Si pudiéramos «apagarlo", quizá lo hiciéramos con demasiada frecuencia.
Qué podemos hacer: control auditivo
Hasta que evolucionemos biológicamente hasta convertirnos en personas con «orejas de suricata", tendremos que conformarnos con otras soluciones para proteger y regular nuestra audición. Y, afortunadamente, hay muchas:
- Tapones con filtro: amortiguan los ruidos fuertes sin apagarlo todo. Perfectos para conciertos, festivales o lugares de trabajo ruidosos.
 - Orejeras: Ideales para situaciones en las que necesitas silencio absoluto, como cuando te concentras o duermes.
 - Protección auditiva a medida: se adapta perfectamente a tu canal auditivo y ofrece el mejor equilibrio entre protección y comodidad.
 
En cierto sentido, estas herramientas son nuestro sustituto moderno del mecanismo del bastón. Nos dan control sobre la cantidad de sonido que permitimos, sin tener que cambiar nuestra anatomía.
Lo que las suricatas nos enseñan sobre la audición
El hecho de que un pequeño animal del desierto haya encontrado una solución sencilla a un problema potencialmente grande demuestra lo ingeniosa que es la naturaleza. Donde nosotros necesitamos herramientas tecnológicas, ellos utilizan un músculo. Y quién sabe: quizá algún día sea posible «cerrar" conscientemente nuestros oídos mediante biotecnología o implantes. Los científicos ya están experimentando con formas de ajustar dinámicamente el conducto auditivo: lo que hoy es ciencia ficción puede ser realidad dentro de unas décadas.
Un sueño tranquilo (por ahora)
La idea de que pudiéramos taponarnos los oídos como una suricata es tan fascinante como tentadora. Nos facilitaría la vida, protegería mejor nuestra audición y nos daría más control sobre cómo experimentamos el sonido. Pero, al mismo tiempo, perderíamos parte de nuestro estado de alerta y conexión social.
Así que, por ahora, seguimos confiando en la protección auditiva y en las tecnologías inteligentes para echar una mano a nuestros oídos. Aun así, es un interesante ejercicio de imaginación, y un recordatorio de lo valiosa (y vulnerable) que es nuestra audición. Puede que no podamos apagarla con un músculo, pero podemos protegerla. Y eso es igual de importante.
¿Qué harías si pudieras cerrar los oídos? ¡Dínoslo en los comentarios!
