El momento en que te planteas un audífono por primera vez suele ser tenso. No necesariamente por el aparato en sí -porque hoy en día son más inteligentes, pequeños y cómodos que nunca-, sino por lo que puede significar su símbolo. Para ti mismo, para los que te rodean. «¿Realmente ya está aquí?» «¿Qué pensarán los demás?» O simplemente: «Me hace sentir incómodo».
En pocas palabras: vergüenza. Y aunque es una reacción perfectamente humana, en la mayoría de los casos es innecesaria. En este blog analizamos de dónde viene esa vergüenza, por qué ha llegado el momento de olvidarla y cómo vivir con confianza con un audífono, si lo quieres o lo necesitas.
¿Por qué la gente se avergüenza de los audífonos?
Hay todo tipo de razones por las que a la gente le resulta difícil llevar un audífono. A menudo gira en torno a una combinación de imagen, autoimagen y expectativas sociales. He aquí algunos pensamientos comunes:
1. «Entonces parezco viejo».
Quizá la razón que más se oye. Los audífonos se asocian (erróneamente) con la vejez. Pero la pérdida de audición se produce a todas las edades: por herencia, ruido, enfermedad o simplemente mala suerte. Y además: ¿qué tiene de malo envejecer?
2. «Otros lo ven inmediatamente».
A algunas personas les preocupa que destaque o que la gente se les acerque de repente «de otra manera». Pero en realidad, muchos dispositivos modernos apenas se notan. Y lo que es más importante, es más probable que la gente se dé cuenta si no les entiendes bien que si llevas un dispositivo sutil.
3. «Todavía puedo oír razonablemente bien, ¿verdad?»
A menudo hay dudas o negación. La gente se adapta, leyendo los labios, asintiendo con la cabeza, evitando las conversaciones ajetreadas. Pero eso requiere mucha energía y afecta a tu forma de comunicarte y socializar.
4. «No quiero dar problemas».
Esto se oye sorprendentemente a menudo. La gente no quiere pedir ayuda, no quiere causar «alboroto», no quiere ser una excepción. Mientras que la pérdida de audición es precisamente lo que requiere un poco más de comprensión, y no hay por qué avergonzarse de ello.
La vergüenza limita
El problema de la vergüenza es que te impide hacer algo que realmente te ayudaría. Y eso tiene consecuencias:
- Pospones el uso de un audífono, lo que hace que tu audición y tu comunicación se deterioren.
- Te pierdes conversaciones o es más probable que abandones en situaciones sociales.
- Evitas los ambientes concurridos o las conversaciones con ruido de fondo.
- Tu mundo -literal y figuradamente- se hace más pequeño.
Es una pena. Porque la pérdida de audición no tiene por qué ser un obstáculo si la reconoces a tiempo y haces algo al respecto.
Un audífono no es una debilidad, sino una ayuda
Piensa en las gafas. A nadie le sorprende. De hecho, algunas personas llevan gafas sin graduación, como mero accesorio de moda. ¿Por qué iba a ser diferente un audífono?
Un audífono:
- Te devuelve la libertad. Tienes que esforzarte menos en seguir las conversaciones.
- Mejora tus relaciones. Vuelves a estar realmente presente en las conversaciones.
- Reduce la fatiga auditiva. Tu cerebro no necesita compensar continuamente.
- Da confianza en uno mismo. Eliges activamente escuchar mejor, en lugar de esperar y ver.
Y eso es fuerza, no debilidad.
La tecnología está más avanzada de lo que crees
Los audífonos han evolucionado enormemente en los últimos años. Atrás han quedado los aparatos grandes y beige de la época de la abuela. Los audífonos modernos son:
- Pequeña y sutil. Algunos son casi invisibles dentro o detrás de la oreja.
- Inteligente. Se adaptan automáticamente a tu entorno, filtran el ruido de fondo, se conectan a tu teléfono o TV.
- Con estilo. Disponible en distintos colores y formas.
- Cómodo. Ligeros, apenas se sienten, a veces incluso impermeables.
Algunas personas encuentran su audífono tan cómodo que lo utilizan como auricular bluetooth para hacer llamadas o escuchar música, simplemente, sin que nadie se dé cuenta.
El reconocimiento es el primer paso
Muchas personas caminan con una pérdida de audición (inconsciente) durante años. Lo notan por los frecuentes «¿Qué estás diciendo?», por subir el volumen de la tele cada vez más alto, o por el cansancio tras un día lleno de conversaciones.
Reconocer la pérdida de audición no es una debilidad, sino un paso hacia un mejor contacto con el mundo que te rodea. Un audífono es simplemente una ayuda para ello, igual que pueden serlo unas gafas o un andador.
¿Cómo te liberas de la vergüenza?
Es fácil decir: «déjate llevar». Pero los sentimientos de vergüenza a veces requieren tiempo, y práctica. Aquí tienes algunas herramientas para hacerlo más fácil:
1. Habla de ello
Dile a unas cuantas personas que tienes problemas de audición. Te darás cuenta: la mayoría de la gente responde comprensivamente. Y puede que otros te digan que ellos también llevan tapones o que están pensando en utilizar audífonos.
2. Empieza a probar
Pide un periodo de prueba a tu audiólogo. Así podrás acostumbrarte a la sensación y experimentar la diferencia en tu vida diaria, sin dar un gran paso de inmediato.
3. Sé abierto en situaciones sociales
Simplemente di: «No oigo todo bien, así que, por favor, habla más claro». Esto es mucho menos incómodo que fingir que lo sigues todo.
4. Acéptalo con humor
Un comentario desenfadado como «Vamos a ponerme mi auricular de alta tecnología» puede romper el hielo. La autoburla suele ser la mejor forma de relativizar el malestar.
5. Pon tu propio bienestar en primer lugar
No se trata de lo que piensen los demás. Se trata de tu calidad de vida. Y oír bien forma parte de ello.
No hay nada de lo que avergonzarse
La vergüenza en torno a los audífonos se basa en ideas anticuadas y suposiciones sociales que hace tiempo que desaparecieron. Como ocurre con la salud mental, las preguntas sobre ayuda o el uso de gafas: la franqueza lo hace más ligero, para ti y para los demás.
Entonces: ¿notas que oyes peor? ¿O llevas tiempo dudando de si un audífono es para ti? Entonces debes saber que no estás solo. Hay decenas de miles de personas que llevan audífonos todos los días con total satisfacción, a menudo sin que te des cuenta.
Y lo que es más importante, vuelven a pertenecer. Vuelven a participar. Se ríen en las conversaciones, cogen el teléfono sin miedo y vuelven a disfrutar de los pequeños sonidos que de otro modo pasarían desapercibidos.
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